martes, 28 de diciembre de 2010

Km 8. El Desayuno.

Tantas horas de viaje y ya, de una vez por todas, la recompensa; ¡Haber llegado a Tanger!
Se nos hacía la boca agua al ver aquellas cajas con comida, al puro estilo militar. ¡Somos como soldados!- Fue lo primero que se me pasó por la cabeza.
En efecto, nos costó aprender a "construir" una sólida base capaz de sostener un tazón de riquísimo Cola-Cao.
Nos mantuvimos ojipláticos durante 5 minutos antes de darnos aquel magnífico festín.
Pasado exactamente el mismo tiempo de nuestro hiperbólico asombro, parecía que había pasado Atila, jefe de los Hunos, por la explanada tangerina.
¿Qué nos deparará el futuro ahora que tenemos el estómago llenito?- Pensé yo.
Pateando las callejas del casco antiguo de Tanger, pudimos apreciar una imagen que rompió mis esquemas; una realidad diferente a la de una ciudad cosmopolita como Madrid.
Antes de ser atendidos en un centro residencial donde una monitora nos explicaría el programa a seguir del día, un niño me suplicaba comprarle un paquete de clínex por valor de menos de tres cuartos de dirham.
Le pregunté en francés: Est-ce que tu habites ici? Oú est-ce que tu études?
Después le entregué 2 dirhams aunque no estaba segura de su agrado pues, con mirada esperanzadora me comentó que la educación en Tanger es un asunto complicado.
Daba igual el abrasador sol de justicia y el consecuente calor añadido porque, todos quisimos degustar el té de menta. ¡Nos supo a gloria!
Expresamos nuestras opiniones en un debate muy interesante antes de conocer a fondo la ciudad.

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